lunes, 17 de septiembre de 2007

Divina ingravidez


Y es que sucede que últimamente,
cuando me meto en la cama
intentando conseguir el sueño.

Deambulando entre la consciencia
y la divina ingravidez
cierro los ojos.

Y veo amaneceres explosívos
de luz y vida,
y una inquietante paz.

El sol es tan fuerte que me ciega,
veo bellas muchachas danzando
en círculos, danza nocturna.

Al alba, tímida embriaguez,
inocente y siniestra.
Todavía no he comenzado a volar.

 Siento ya, que me trae el viento,
apenas renacido, el primer
suspiro de luz acariciar mi rostro.

La fiebre me invade, fiebre del alma,
calor helado, espejismo de mi vida,
en el umbral de lo lógico.

 Los deseos olvidados me reclaman
y yo me dejo llevar,
sin comprender, ni preguntar.

Sin más, me dejo engañar,
me concedo un instante
 y comienzo a soñar.

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