viernes, 18 de mayo de 2007

El lobo

Y así, sin más, salió a la calle. Porque no hacía falta nada más, como siempre,... Que poca carga llevaba, bien lo sabía, pero que difícil se le hacia arrastrar tanto peso, necesitaba salir, de una prisión a la cual no recordaba haber entrado nunca.
El eco de su andar, lento, pero firme, se mezclaba misteriosamente con el aire, fabricando algo casi místico, casi real, tan real que llegaba a introducirse en su cerebro y le impedía pensar con claridad, a él , a un hombre joven, a un hombre al que le sobraba tiempo para pensar.
Se dejó llevar una vez más, hacia donde llevó la marea gris de la gran ciudad, pagando falsas sonrisas con falsas carcajadas, comprando felicidad con pequeñas dosis de salud y auto-estima, viviendo una vida irreal, una vida a la medida, pero detrás de un espejo.
Siempre pensó, casi irónicamente, en algo superior, en algo que, de un modo u otro, fuera tan fuerte como para cambiar el destino de los hombres, y a ello se agarró, y se dejó llevar, angustiado por su propia vida se dejó llevar por algo que ni él mismo conocía.
Una fría mañana se encontró solo en el bosque, tan solo llevaba un poco de valor, mucho desprecio a la humanidad que le había desterrado, y muchas ganas de encontrar la fuente de la insabiduría, del miedo, del amor y del odio, del preguntar y nada oír, y caminó.
Andó y buscó, pero una y otra vez encontró la misma respuesta, ...nada., y buscó, y no preguntó , porque conocía la respuesta de los hombres; pero una noche, apunto estuvo de rendirse, se hallaba en un estrecho sendero, de un frondoso, y magnifico bosque, exhausto, se sentó a los pies de un viejo roble, se sintió protegido por sus fuertes raíces y arropado por sus doradas hojas secas, quiso dormir, pensó que quizás fuera la última noche, pensó en su madre y sonrió, pensó que buscaba algo irreal , pensó que tal vez , ni siquiera estaba allí. De repente , despertó de su soñado epitafio cuando oyó un ruido frente a él, se sorprendió cuando comprendió que pese a estar en un bosque, hacía muchos días que no había escuchado ningún ruido, y despertó con la miel en los labios.
Ante el hombre, apareció él, el lobo, un bello animal, de largo y oscuro pelo, se detuvo frente a él, su porte era elegante, sus patas fuertes, su mirada tenebrosa y profunda se clavó en su memoria para siempre, el aliento del animal calentaba su sonrojado rostro.
El hombre sintió su fin, y el lobo habló. -No temas- dijo , -tú me has llamado, y aquí estoy-.
Como un relámpago, recorrió algo el alma del hombre, encontró lo que andaba buscando.
Sintió que esto era lo que esperaba , sin saber lo que esperaba.
El lobo y el hombre se hicieron grandes amigos, juntos cazaron, juntos rieron, juntos descansaron, se contaron sus secretos y olvidaron lo que significa vivir, olvidaron pensar, olvidaron la soledad, la tristeza, la rutina , la obligación , el deseo, el vino.
Aquellos dias en los que hacía demasiado frío, bajaban al valle a comer, en verano subían a las cumbres, la vida , por ella misma disponía cuanto querían o necesitaban , todo era perfecto.
El lobo enseñó al hombre lo divertido que es mojarse bajo la lluvia o perseguir a un tejón, a limpiarse de sangre las patas después del festín, que la muerte solo es muerte y nada más.
El hombre explicó al lobo que venia de un lugar extraño, donde nadie se fijaba en las ramas tiernas, ni excavaba la tierra, ni meaba los árboles, ni olía a las hembras, pero sin embargo se mataban entre ellos, se odiaban, se ignoraban.... y el lobo lo comprendió.
Y pasó que un día el hombre , cuando ya casi ni se acordaba de sus semejantes, encontró a otro hombre y lo llamó, y este otro hombre iba acompañado por muchas ovejas, y el hombre las respetó, el lobo las atacó e invitó a su amigo a el banquete pero este le negó toda gratitud.
Que simple hubiera sido quedarme en casa-; pensó el hombre, recordó de donde venia y quiso volver, miró hacia atrás y vio a un lobo huir , y girarse , y huir , y mirar y recibir , y huir.
Pasaron los días y el hombre olvidó a el lobo, retomó su vida de hombre, volvió a salir y a olvidarse para siempre de aquel sueño, solo había sido un sueño.
Las pisadas sobre el desgastado adoquín volvieron a sonar casi fúnebres, y al recordar sus sueños el hombre humedecía sus ojos, no había vuelto a sentir desde entonces el canto del bosque.
Con el abuso y el desdén llegó la caída , y se vio allí, sólo otra vez, esta vez hundido ya en un pozo bien profundo.
La caída llegó a ser tan dura que creyó morir otra vez, y otra vez así, volvió el lobo, y le dijo,-mirame soy yo , recuérdame simplemente, y volveré a pintar de rojo la mañana en el bosque, volveré a encender el sol cada día, volveré a inventarme una fría y blanca luna cada noche y volveré a mojar tu cara con la lluvia y si no me quieres recordar, simplemente adiós.

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